Antes de comenzar a escribir este “pequeño” artículo, escuchaba en las noticias a una señora decir “es que el banco nunca pierde”, y eso lo sume a las advertencias que mi mamá me da: “hay que tener cuidado con los bancos” o “¡nunca sirvás de fiador!”. Traigo a cuenta esto, para evidenciar que el dinero, lo económico, nos rodea a todos, incluso la gente sencilla habla de él, se tenga o no millones en la bolsa.
Vivimos en un mundo donde la plata, la lana, la feria, el money, los baros, el pisto, son sinónimos de poder. Quien tiene más, tiene garantizada una vida llena de felicidad, ¡qué farsa! Es una mentira, porque esa avidez insaciable nos conduce a uno de los más vergonzosos y destructores pecados: la avaricia.
Antes de investigar sobre esto, consideraba que traer a la memoria la imagen de Don Cangrejo o Rico Mc Pato, era suficiente para tener una idea sobre la avaricia. Ellos, cómicamente, representan a este pecado, pero su complejidad va más allá.
La Real Academia de la Lengua Española la define como “(el) afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”. Póngase atención a la finalidad: para atesorarlas, no para gastarlas (¡qué aburrido!). Resulta más fastidioso y aberrante el desmenuzar todas las características de la avaricia, y ver que al igual que la soberbia y la envida, este es un pecado del ego, que poco a poco nos hace antihumanos.
Lo anterior es una de las cosas de este pecado que más me dan miedo, ya que en la faena de tener y tener olvidamos la sociabilidad del intercambio, es decir, la interacción que se tiene en el dar y en el recibir. A diferencia de los otros pecados capitales, este es puramente solipsista (pensamiento en el que la persona solo reconoce su existencia, obviando la de los demás), puesto que la envidia aun egoísta, se centra en los otros, en cambio este solamente en el ego; la soberbia es egocéntrica también, pero necesita del otro para sentirse superior, la avaricia necesita solo de lo material. La situación se agrava en la negación del otro para no compartir: con esto lentamente se cae en un abismo de soledad. Lo antihumano de la avaricia es notorio, puesto que la importancia se le da a lo puramente material. El avaro se contenta por el cheque, no porque lo utilizará, así pospone el éxtasis hasta volverlo completamente ajeno.
Dicho todo lo anterior, vale la pena preguntarse ahora por qué hay una crisis mundial, pobreza, exclusión, hambre, falta de solidaridad. Más allá de postulados económicos de gran análisis, pienso que esta crisis económica es producto de la avaricia de las personas ávidas de riquezas, aunque tengan demasiadas. En nuestro país esto se refleja constantemente, como la vez en que los diputados se aumentaron el sueldo de forma descarada, sin tan siquiera merecerlo, al menos tuvieron la decencia de revertir esto. Del mismo modo son avaros de reconocimiento, cuando no aprueban algo que beneficiará a los más afectados, solo porque fue idea del partido contrario.
Asimismo, por cuestiones económicas e intereses particulares se ha venido olvidando la apuesta a lo social. Es así como los gobiernos anteriores dejaron a un lado invertir en salud, educación, vivienda y medio ambiente. Para el área social se invirtió el 7% del PIB, diferencia grande en comparación de otros países centroamericanos. El gasto en salud y seguridad social ha sido poco (3% del PIB), lo que indica que no se gasta en cosas vitales para el sostenimiento de la sociedad salvadoreña, y relacionándolo con la codicia, se busca más bien, llenar el bolsillo de pocos. El nuevo presupuesto del nuevo gobierno, ha aumentado la inversión social al 7.7% del PIB, ya es un primer paso.
Las consecuencias de la crisis internacional afectan también el empleo, se estima que 39 mil personas se han quedado desempleadas este año y que la cifra puede llegar a 55 mil. ¿Qué hará toda esa gente?, si en este país conseguir un empleo es como ganarse la lotería, aunque eso implique maltratos y pisoteo de derechos humanos. Aunado a todo esto, la subida del petróleo, la canasta básica, el transporte público, la educación, etc. agrava la situación. Si yo, chico “piky” de clase media, sufro los achaques económicos que vive mi familia, me pregunto cómo harán las personas que prácticamente sobreviven con un dólar al día.
El acaparar poder económico nos ciega sobre las consecuencias negativas que esto implica. Solo basta ver como se destruye el medio ambiente edificando en nombre del “progreso”. Más que eso las intensiones tienen que ver con ganar más, invertir aquí para triplicar lo gastado, destruir aquí para construir una caja fuerte más grande. La construcción de palacios en el Boquerón o en la cordillera del Bálsamo, han aumentado la vulnerabilidad de la capital, con las lluvias el deslave de tierra es más que seguro, y lo lamentable es que todo termina dañando a quien ya está dañado.
Sé que en este tema hay mucho que profundizar, se derraman chorros de tinta teorizando esto. Pero como dijo cierto intelectual: hay que teorizar desde la práctica. Es así como hay que reflexionar sobre el avaro que llevamos cada día, ese que no solo busca acaparar el dinero, sino también los sentimientos, los aplausos, el poder intelectual. Ser generosos no implica quitarse un brazo por el otro, por el contrario, unir fuerzas. Hoy más que nunca se necesita de tu solidaridad, El Salvador pide que por un momento dejes de recibir por dar. Un dólar, una camisa, una libra de frijoles significa mucho en estos momentos de desastre que se vive. No profundizo más en lo que se debe de hacer para cambiar, porque ya escribí mucho, ahora te toca a ti reflexionar.
Recordando…
Cuando niño, me encantaba jugar chibola (canicas). Me volvía loco cuando ganaba bastantes, era tanta mi obsesión que hasta terminaba peleándome con mis amigos si perdía. Me sentía satisfecho con las bolsas o botellas llenas de chibolas, era como sentirme poderoso. Ahora que regreso donde viví mi infancia y veo esas esferas en los rincones, me doy cuenta que ya nada aportan para mí, solo recuerdos…
“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10)
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan” (Mateo 6:19)
“Avaro es el que no gasta en lo que debe, ni lo que debe, ni cuándo debe” (Aristóteles)
Fuentes
Moreno, Hortencia. (s. f.). Avaricia/generosidad.
Rivera-Ocampo, Roberto. (2009). Crisis, déficit presupuestario y políticas públicas sociales. Boletín n°1. Departamento de sociología y ciencias políticas de la UCA.